martes, mayo 16, 2006

pensamiento comunitario


Los abuelos del alma mundo enterrados en nuestras comunidades rurales deben tener sus ajayus (almas) tristes. Ellos, sumidos en éste desdén, que, desde la llegada del hombre blanco a nuestras tierras, han diezmado, enterrado y arrinconado nuestras posibilidades de desarrollo. Hecho que se desencadena por la constante explotación de los recursos que nuestra pachamama (madre tierra) abriga, y por la ciega y ruda sub valoración de nuestra forma de vida (suma khamaña), otrora fuentes de nuestras riquezas, y semillas plantadas en la sayaña (campo) cósmico del futuro, albergando en su cosecha, el mensaje de sustentabilidad que el hombre contemporáneo debería leer y aprehender para su subsistencia.
Este triste sentimiento que desgarra las antiguas chullpas (tumbas) se acrecienta aún más, por la sesgada actitud de los hijos de la tierra, quienes con el pasar del tiempo han abandonado las prácticas espirituales y sagradas que son en sí, la fuente fundamental de nuestra filosofía e ideología andina. No debería extrañarnos los sinnúmeros de fenómenos naturales y accidentes en las comunidades que son causados ya sea por explicaciones lógicas, como por hechos sobrenaturales que se enmarcan más bien en lo religioso, místico y sacro de nuestra creencia como andinos.
Los pagos y ceremonias sagradas son hoy reemplazados por híbridos agasajos comunitarios traducidos más bien actitudes de opulencia económica media y alta, que sentencian la desconexión total o parcial de los hombres con la vida en comunidad y en torno a los valores de la sagrada pachamama. Como quebradeño (de origen en la quebrada o valle andino) no puedo desconocer un mea culpa actual, no sería justo hablar de la historia sin dejar de culpar a sistema y culparnos a nosotros mismos.
La raíz del problema de desconexión con nuestras raíces, si bien se desencadena con la oleada emigrante que la crisis de 1929 sacó de nuestros poblados, se acrecienta también con esa áspera fusión que dice haber nacido en la pampa salitrera, y que en cuyas remembranzas desconoce, de manera cómplice con la historia y sus interlocutores, la incidencia de la raza andina en toda su mixturada cultura que hoy se representa.
El destino no podía ser menos estratégico, si consideramos que los mayores yacimientos mineros se encuentran en las regiones de depresión intermedia y valles altoandinos. Sectores donde la escasa demografía da razón del párrafo anterior, y que además son hoy por hoy, terrenos “abandonados” muchos de ellos en manos del fisco, y que a simple vista de quienes deberían de sentirse parte de ellos (los andinos), no son mas que terrenos muertos por no considerarse provechosos para un “desarrollo económico”, concepto aprendido en las aulas y universidades que el sistema alimenta y que son el horizonte común de toda expresión capitalista y de aprovechamiento que hoy reclamamos con sentimiento, pero con poca consecuencia.
Quizá ya antes del Tawanintinsuyu la forma de expresión comunitaria estaba segmentada de tal forma que estaría replicándose en la actualidad, por una situación cíclica de nuestro mundo (el andino). En relación a los grupúsculos de hermanos que de una forma u otra, consecuente o inconsecuentemente, han tomado hoy, la bandera, no la wiphala, de la defensa de nuestros recursos, y que como ya fue conocido por todos, esa segmentación, no sé ahora si cíclica, pero si de una violencia y falta de respeto mutuo a tal, de engrescarse y agredirse verbal como físicamente.
Si hablamos de estrategia, el capitalismo tiene muchas, y su mejor campo de juego es la segmentación de las bases sociales, y el descrédito que entre ellas se puedan crear, so pretexto lo último de transar con los pocos, intereses de los muchos.
Si bien este escenario no podía ser mas desolador, aun existen una brecha por donde se encamine la recuperación de nuestros valores, de nuestra religiosidad y por consecuencia se adiestre a nuestros hijos en la defensa de nuestra pachamama, hecho que tiene que ver directamente con la recuperación de nuestra identidad propia, con ejercicios sociales comunitarios, y no sólo con la palabra sino con hechos. Un menor no será consecuente con sus tradiciones si sus padres no las practican, y menos aún si no existe la mas mínima intención de recuperar nuestras lenguas madres (aymara y quechua), fuentes ambas del depositario ideológico y filosófico de nuestras dos grandes naciones.
Mensajes para hacernos un mea culpa hay hartos, y en todas direcciones. Los sabios andinos (amawtas) no nacen de una elección entre hombres (no genérico), sino que es una elección de vida para la vida de los hombres, mensaje al parlamento aymara.
El ser originario obedece a una situación de pertenencia terrenal y espiritual con la pachamama, muy rara vez se puede hablar de comunitarismo o actuar en su nombre, si no sé pertenece, lógica, espiritual y culturalmente a una pacarina (origen).
La Paxsi (luna) no es la contraria al Inti (sol), sino su complemento, pensar contraria a esto, significaría vivir en las tinieblas de lo faltante, del complemento que son los que no piensan igual que uno, pero que son la otra parte de la verdad.
Cuando todos piensan igual es porque nadie piensa, de allí que el pensamiento comunitario tenga de todos los colores del kumiri (arco iris) andino que forman la wiphala, ellos y sus combinaciones, son las luces que alumbran la razón del mundo.
Pensar como andino originario, es sentir en las diástoles y sístoles de cada impulso vital, las fuerzas vivas de la naturaleza.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

ME GUSTA LO QUE EXPONES,SON TEMAS ENTRETENIDOS, PA CHELIARLOS UN RATO

3:41 p. m.  

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